Dios, más que Padre y más que Hermano. ¡Dios amigo!
Aquellas dos divinas Personas te han enviado, Espíritu Santo, para que llegues a mí, de pronto tan huérfano, después de la Ascensión .
¡Dios, hecho amigo!
Dulce huésped de mi ser.
Tengo que aprender a saberte, conocerte, entenderte pues eres otro nuevo lenguaje.
Pero Tú das tiempo al tiempo, como una madre espera meses, años que el nuevo ser balbucee suficientemente unas frases – que ha oído y ha hecho suyas y a su vez las dice.
¡Espíritu Santo! De entrada tan inefable, por eso me lo tienes que explicar todo.
No me das un mapa pormenorizado para que pueda conducir mi vida.
Pero no. No sólo las tapas de este atlas vacío; me dices ¡Amor!
Amaos como Dios nos ama.
Eso es lo que desgarra, al fin, el misterio de la iniquidad del mal.
Y ser humilde, o sea, no pensando jamás que, de haber sido yo un Dios Omnipotente y de infinita sabiduría, ya habría hecho esta creación mejor, sin el Mal, sin odios, luchas, ambiciones, guerras, imperios, ¡qué blasfemia!
Yo me abandono en el Dios Amigo.
Él sabe todo. Ya me dirá cuando quiera, lo que quiera.
Yo le amo y sé me ama. Eso es todo.
A.R.C Viernes, 21- X-1.994.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario